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allá de su valor intrínseco, publicar un libro de poesía no es fácil, pero que
se edite tres veces ya es un auténtico milagro.
Es
el caso de estos Blues del amasijo,
que aparecieron en 1985, renacieron en 1992 y vuelven ahora con plenos derechos
ganados por la porteña María del Carmen Colombo (48) a golpes de intuición,
talento y esfuerzo.
Para
saber cómo se alzó con el Primer Premio de Poesía Quinto Centenario (1992) del
Concejo Deliberante de Buenos Aires, entre otros, nada mejor que abrir el
librito en la página 14 y leer Sally la
lunga (“la pelirroja bailará roc an rol”), o Gardel y yo en la 18 (“mi nombre era maría/ maría solamente”) o Joseph Conrad (cuando/se nombra el mar/
morirse en tierra un acto indecoroso), o cualquiera de los demás poemas de la
segunda parte, subtitulado Bailanta e
iniciada con una cita anónima: “Déjame deseo, que me bamboleo”.
En
síntesis, los Blues del amasijo son perlas negras, tanguitos, voces graves de
una poética urbana sumida en mitos y miasmas usuales, líneas de sombra en una
luz reconocible y capaz de suscitar una emoción inteligente.
*Comentario aparecido el 26 de
julio de 1998, en la Sección Libros/Crítica del diario Perfil.
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