Transcribimos a continuación un extracto del ensayo escrito por Érika Martínez Cabrera (Jaén, 1979), licenciada en Filología Hispánica y en Teoría de la Literatura de la Universidad de Granada, relacionado con las poetas argentinas de los años 80. El destacado es nuestro.
RESUMEN
Las nefastas consecuencias de la última
dictadura militar argentina transformaron la literatura del Proceso y se
dejaron sentir durante toda la década de los años 80. Como tantas poetas latinoamericanas,
las poetas argentinas que empezaron a escribir y a publicar durante aquellos años
de aliento feminista recurrieron con frecuencia a una estrategia literaria, la
parodia, que en sus textos tomó un giro siniestro inesperado. Este artículo
analiza al doble destronado que construyeron aquellas poetas con un
discurso sublevado sobre el que planeaba la sombra de la violencia.
(…)
1.
Los años 80: panorama poético de una década truncada
Entre las nefastas consecuencias de la última dictadura militar
argentina (1976-
1983) cabe mencionar, además de las ya tristemente conocidas, la
interrupción del
fecundo desarrollo que la poesía experimentaba en los años 70.
La censura, la clandestinidad de la actividad intelectual, el exilio y la
desaparición de escritores trans
formaron la literatura durante el llamado Proceso de
Reorganización Nacional1, transformación cuyos efectos se dejarían sentir
también en la década posterior. En este sentido, como resume Daniel
Freidemberg, «se puede pensar el periodo como un gran procesador de
actitudes y procedimientos literarios» (1993: 139).
Como defiende Susana Zanetti (1989), es posible hablar de una
actividad poética
subterránea desde los comienzos de la dictadura. En 1977, un
grupo variopinto de
intelectuales entre los que se contaban Beatriz Sarlo, María
Teresa Gramuglio, Carlos
Altamirano, Ricardo Piglia y la propia Zanetti comenzaron a
reunirse semanalmente
en el llamado “Salón Literario”, cuyas discusiones sobre
literatura argentina se concretarían en la fundación de la revista Punto de vista en
1978. Dirigida por Jorge Sevilla, Punto
de vista se convertiría en la primera gran revista
independiente dentro del campo literario. Fenómenos como estos, en pie a pesar
de la censura, la dispersión y el aislamiento, hubo muchos: talleres literarios
(como los dirigidos por Kovadloff y Blanchard), cursos (como el de Josefina
Ludmer), grupos poéticos (como “Nosferatu” o “El Ladrillo”) y multitud de
nuevas revistas, la mayoría de corta vida. Afirma Zanetti que desde 1974 hasta
1983 se publicaron más de ciento cincuenta libros de poesía2, muchos de ellos
en colecciones con continuidad. Fue el caso de Ediciones Último Reino, dirigida
por Víctor Redondo y Gustavo Margulies, o de La Rosa Blindada de José Luis
Mangieri, que en los ochenta pasó a editar bajo el sello Libros de Tierra Firme.
La reorganización del ámbito literario fue tímida durante los
primeros años de dictadura,y bastante significativa tras su final. Con la
llegada al poder del nuevo gobierno democrático de Alfonsín, se recuperó y
revalorizó la obra de poetas que habían pasado relativamente desapercibidos
hasta el momento como Juan L. Ortiz, Leónidas Lamborghini, Joaquín O. Gianuzzi
o Arnaldo Calveyra. Un buen síntoma de esta revitalización fueron los ciclos
poéticos programados por Diana Bellessi en el Centro Cultural San Martín, en
los que participaron desde los poetas más jóvenes hasta los más consagrados. La
importancia de esta clase de encuentros no era menor, ya que la censura, los
exilios y los asesinatos habían –como poco– dificultado la posibilidad de conversar,
asumir, discutir o romper con las estéticas anteriores.
Sin olvidar la arbitrariedad que entrañan estas divisiones, o el
hecho de que la mayor
parte de los autores participaron en publicaciones muy diversas
y fueron evolucionando en diferentes direcciones, es posible hablar de ciertas
coherencias estéticas en la poesía argentina de los años 80 que justifican
hasta cierto punto la utilización de rótulos como Neorromanticismo, Neobarroco
u Objetivismo. Salvo quizás el caso de Tamara Kamenszain, los textos centrales
de dichas poéticas no fueron escritos por mujeres. Sin embargo, a lo largo de
los años 80 se observa una emergencia sin precedentes cuyo indicio más visible
es la multitud de libros publicados y que se concreta, sobre todo, en una nueva
conciencia de lo que pueda significar ser mujer y escritora 3.
Algunos síntomas de ese fenómeno fueron la aparición de
antologías de poetas mujeres, de revistas que prestaban un amplio espacio a sus
textos y la explicitación por parte de las autoras de su interés por una
literatura en la que adquiere forma un nuevo sujeto poético: la mujer. En 1984
Diana Bellessi publica Contéstame,
baila mi danza, una antología de poetas estadounidenses
contemporáneas entre las que se encuentran Denise Levertov, Adrienne Rich o
Muriel Rukeyser. Los acontecimientos a partir del 85 se multiplican. En 1987
Susana Thénon publica Ova completa (referencia mítica para la siguiente generación de poetas) y al
año siguiente aparece el primer número de la revista Feminaria,
señera en los estudios literarios de género en Argentina. Ese mismo año Ricardo
Herrera firma en la revista Ínsula
el artículo “Poesía argentina: nuevas
tendencias”, donde habla de una «tercera generación» de poetas que arrancaría a
mediados de los años 70 y estaría caracterizada por una nueva militancia: el
feminismo (1989: 37).
Hoy parece indiscutible la importancia de poetas como Diana
Bellessi, María del
Carmen Colombo, Mirta Rosenberg, Liliana Lukin, Irene Gruss, María Negroni,
Mercedes Roffé, Susana Villalba, Dolores Etchecopar o Alicia
Genovese, nombres a
los que se sumaron durante los 90 Teresa Arijón, Bárbara Belloc
o Fernanda Laguna.
Un acercamiento a los textos escritos durante los años 80 por
las primeras nos obliga
a plantearnos algunas de las bases de la teoría de la parodia.
2. Acercamiento comparativo a la parodia: estilización,
alegoría y épica
En 1921 Tinianov analizó el concepto de parodia diferenciándolo
de la estilización.
Para el formalista ruso, ambas crean dos planos: mientras la
parodia los desajusta,
la estilización los hace coincidir. Con frecuencia, la
estilización se convierte en
parodia gracias al elemento cómico. Como categoría estética, la
parodia establece una
jerarquía entre dos textos y marca una distancia ideológica
entre ellos: el texto autorizado y sus valores son criticados por el texto
paródico desde una perspectiva seriocómica (1992: 169-70). Recurriendo también
a la comparativa, Luis Beltrán contrapone parodia y alegoría en un interesante
estudio4. Señala Beltrán que la alegoría, supone –tal como la entendió Auerbach–
«una relación de tipo didáctico entre el texto creado y un texto sagrado al que
se subordina» (1994: 51). La parodia, por su parte, implica una distancia muy
fructífera entre el autor y el discurso parodiado que genera una polémica y una
percepción suplementaria. Es la creación, como diría Bajtín, de un doble destronado (1984:
127).
Una última comparativa puede ayudarnos a comprender el devenir
posmoderno de
esta categoría estética que venimos analizando. Para A. W.
Schlegel, la parodia surge
en momentos históricos de crisis, mientras que la épica
pertenece a etapas de florecimiento 5.
Lo primero quizás sea cierto, lo segundo podría pensarse que no
tanto. Con
demasiada frecuencia sociedades en crisis responden a ella con
un intento de fortalecimiento épico de su propia ideología. Es el caso, si se
me permite el excurso cinematográfico, de EEUU que atraviesa en la actualidad
un crisis política, económica y de valores de la que se han hecho eco los
discursos contestatarios de Los
Simpson o Michael Moore, pero que ha generado
también una respuesta cinematográfica de compensación: el péplum 6.
Como toda dictadura militar, el llamado Proceso de
Reorganización Nacional fortaleció los discursos épicos, patrióticos y
autoritarios. Esos géneros serios proliferaron, en contra de la teoría de
Schlegel, durante uno de los momentos más críticos que ha atravesado Argentina
a nivel político, económico y humanitario. La respuesta de los poemarios de
nuestro corpus a la difusión y persistencia de esos géneros fue el humorismo
cómico-serio, la carnavalización fúnebre y la parodia. Lejos de la gratuidad del
inter texto, los poemarios trabajan con materiales de diversa procedencia que son
profundamente cuestionados en el sentido bajtiniano.
3.
La parodia, un gesto de género
Como tantas otras poetas latinoamericanas de su generación, las
poetas argentinas
de los años 80 tendieron a recurrir a la parodia, no solo de los
géneros serios (épica,
drama, lírica), sino también de los llamados géneros bajos
(melodrama, novela policíaca, bolero o tango). Ante todo, fue parodiada la
ideología que esos géneros sustentan y que ha calado en otros muchos textos de
la posmodernidad. La cultura de masas entró efectivamente en los poemarios que
analizamos, pero lo hizo de una forma muy oblicua.
Al igual que otros elementos de la literatura carnavalesca
presentes en los poemarios7,
la parodia de nuestro corpus aparece problematizada por la
alienación y la violencia,
y asume a menudo un imaginario siniestro. Sobre una estructura
tragicómica
están construidos los siguientes versos de Dolores Etchecopar:
«Las mujeres ya no
ríen en hamacas (...) / ni murmuran piadosas / hasta que la
noche les pesa como un
vestido de cristales (...), / las mujeres solo ríen del lino que
hila la muerte» (1982: 48).
¿Pero cómo se explica la pérdida del carácter festivo en unos
poemarios de aliento
carnavalesco como los que analizamos? Seguramente atendiendo a
la articulación de
tres hechos que marcaron el periodo de la última dictadura y
dejaron ver sus consecuencias durante la posterior transición democrática:
1. La circulación social del autoritarismo, la jerarquización y
la sacralización
aparejadas a la dictadura militar.
2. La recuperación de un discurso sustancialista filtrado por
las nuevas tecnologías
médicas del cuerpo.
3. La intensificación de la lógica patriarcal.
La sublevación del grotesco romántico contra los cánones
clasicistas se convierte
en los poemarios de estas autoras argentinas en una sublevación
contra el canon discursivo
de la dictadura y el patriarcado, llevada a cabo desde el ámbito
de la tragicomedia.
Este humor subversivo, corruptor de lo institucional, invierte
la lógica oficial y
desmitifica sus supuestas verdades con la burla. Su carácter
encaja bastante bien
dentro de lo que Susana Reisz ha llamado «poética de la
impostura» (1996) y Marilyn
Randall «plagiarism» (1991). Desde el contexto de la descolonización afirma Randall
(525):
From this perspective, the
political context of decolonization, in which the struggle for
a national identity against a
dominant and oppressive force is often expressed in cultural
production, can furnish a
paradigm for the relationship between cultural forms of
power and the repression of
deviance. [Desde esta perspectiva, el contexto
político de
la
descolonización, en el cual la lucha por una identidad nacional contra una
fuerza
opresiva
es expresada con frecuencia en la producción cultural, puede suministrar un
paradigma
para la relación entre formas culturales de poder y la represión del desvío].
Tanto Randall como Reisz consideran el uso de la parodia y la
ironía como una
toma de distancia o un rechazo de las tradiciones culturales
asumidas. Mediante ambas categorías estéticas los lenguajes devorados se
presentan como ajenos: el sujeto enunciador se acoge a ellos poniendo por
delante su falta de implicación, de compromiso, lo que hace frecuente la
aparición de términos como falsedad, ficción, mentira, robo o plagio. Randall
se plantea, por ejemplo, una posible utilización revolucionaria del plagio: la
creación de un texto que genere expectativas en el lector exotista para luego
defraudarlas de forma encubierta.
Para Sandra Gilbert y Susan Gubar, la parodia es una estrategia
que revela la duplicidad del discurso femenino: «Veremos una y otra vez que
aparece una ‘vibración compleja’ entre los gestos genéricos estilizados y las
desviaciones inesperadas de dichos gestos obvios, una vibración que socava y
ridiculiza el género empleado» (1998: 94). Como Gilbert y Gubar, numerosas
feministas han considerado la parodia como una estrategia política. Para Judit
Butler, por ejemplo, el feminismo debe establecer una «política paródica de la
mascarada» (2002), eso que Rosi Braidotti ha bautizado con el nombre de
«filosofía del como si» (2001).
Este gesto fingido, tan frecuente en la literatura escrita por
mujeres y que adoptan
muchos de nuestros textos, puede funcionar como un ejercicio de
poder, como un
desafío a los discursos dominantes. No se puede evitar, eso sí,
el riesgo de ser absorbido por ellos. Lo lúdico es recibido tan solo
ocasionalmente como contestatario. La inversión, el desvío o la desmesura en la
imitación persiguen la inquietud del lector
canónico que todos llevamos dentro, ¿pero acaso no lo complacen
a veces? Frivolidad
y autocomplacencia gratuitas son los obstáculos a sortear.
4.
Una mirada oblicua a los textos
Quizás el libro más significativo de todo nuestro corpus en lo
que respecta al desvío
paródico sea Susy.
Secretos del corazón (1989) de Susana Villalba, que se abre no
casualmente con una cita de Groucho Marx: «He pasado una velada
encantadora pero
no ha sido esta». El poemario se apropia de productos culturales
de segunda y tercera
fila, procedentes casi siempre de los medios de masas; luego los
tritura y, finalmente,
descontextualiza sus pedazos hasta generar un efecto de
extrañeza, hasta sembrar el
Unheimliche en
el centro de su banalidad. Cada poema de Villalba está construido con
fragmentos discursivos que emulan los lugares comunes de la
educación sentimental
del folletín y el melodrama con una dicción entrecortada (9):
perdida en
los andenes al día siguiente mi cuerpo caía del piso 29
olvidé
decirle que siempre nadie y yo nunca los amores cobardes
lloraba no
llegan porque los hombres etcétera
Todos los títulos de los poemas proceden (o parecen proceder) de
diálogos del cine
negro, telenovelas, boleros y novelas baratas: “Un beso despertó
mi corazón”, “Yo no
era como las otras”, “Regálame esta noche”, “El detective
millonario”, “Tormenta de
ternura”, “Todas las rubias tienen un no sé qué”, etc.
Empezando, por supuesto, por el
propio título del libro, Susy.
Secretos del corazón, que muestra en su portada los dibujos de
un cómic con estética pulp.
El libro participa de la reutilización de los géneros menores
que han consumido y
cultivado tradicionalmente las mujeres, pero no les otorga un
nuevo prestigio. Al contrario que otras autoras latinoamericanas de los
ochenta, Villalba no construye un
templo pop a la subcultura: su discurso devora la ideología del
folletín y luego la pone
en evidencia. Si se nos permite el símil pictórico, el trabajo
estético de Susy recuerda,
más que a Andy Warhol, a la obra del estadounidense Richard
Prince, autor cumbre
del movimiento «apropiacionista» de los años 80, que utilizaba
imágenes publicitarias
y chistes de shows
profundamente sexistas y estereotipados,
alterando su función
ideológica a través de la repetición y la descontextualización8.
El imaginario del que bebe Susy.
Secretos del corazón es doble: la cultura estadounidense globalizada
por los medios de masas y la cultura popular argentina. En el siguiente
fragmento pueden encontrarse algunos elementos de la segunda (71):
en enagua
de bombachita en suma de mercería de barrio en patios de colegio baños revistas
de novela
de tanto aburrimiento fue a esa fiesta un primero de mayo que llovía
desde que
no era peronista ni nada parecido ni nadie trabajaba en esa fiesta ni secándose
al sol
había yerba pero vino con zappa en los oídos se tiró en la alfombra y supo que
nadie la
quería ni nunca tuvo novio pobrecita.
Tampoco escapan a su antología de fracasos sentimentales y
mujeres despechadas
los mitos clásicos. Así, el famoso capítulo IV de la Eneida en
el que Dido es abandonada resulta parodiado en tono tragicómico en el poema “Es
que hoy sale mi barco...” (13). A pesar del ejemplo, la mayoría de las
referencias del libro proceden definitivamente de la literatura de folletín y
operan frustrando con un golpe de humor absurdo las expectativas que despierta
en nosotros la alusión al tópico: «Se besaron y todo su ser sintió que sonaba
el teléfono» (39).
En Cámara Baja (1987) Mercedes Roffé parodia también la retórica del amor,
construyendo esta vez un collage con referencias culturales muy
diferentes entre sí: el
tango, San Juan de la Cruz y Schönberg (26):
Oh noche
amable más que la alborada
Noche
transfigurada
La espera
¡Qué
parisién!
La boina
con visera y la bufanda
Un rufián
melancólico, pequeñito, tembloroso
Una
traición a manos de la tan esperada
Amado con
Amada
Amada en
el Amado transformada
¡Qué
parisién!
El Blues
del amasijo (1985) de María del Carmen Colombo es un ejemplo brillante
de
construcción tonal: en sus poemas se alternan, con una extraña naturalidad, la
frivolidad más
sarcástica y la implicación humana. La voz central del libro marca
constantemente
distancia con los personajes marginales y familiares que lo habitan: se
protege,
siempre agazapada en su estar de vuelta, como si se tratara de una cuestión
de
supervivencia en un medio hostil, la selva, ese suburbio. Y, sin embargo, en
cada
personaje
puede observarse una melancolía que apunta a una presencia subjetiva y
emocional
oculta: el «blues» es la ternura triste que deja en cada
personaje quien lo
mira,
alejándolo del fetiche posmoderno.
Menos
compasiva es Colombo con las estructuras patriarcales del tango y del lunfardo,
que resultan parodiadas y puestas en cuestión a partir del lugar que otorgan a
la mujer: «Qué haremos con las sobras de tanta / hembra mimada / cuando el
amanecer resbale?» (27). Las mujeres sufren en el Blues
una
metamorfosis incansable: pulpo, margarita, serpiente, magnolia, sapo y araña,
Marilyn Monroe, Ingrid Bergman, madre, niña y prostituta. La mujer es en el
libro de Colombo un ser resbaladizo, inapresable, sin esencia 9.
En “Distracciones de la rima”, del libro per/canta [sic]
(1989), María Negronihace del error una poética y elabora un autorretrato cómico y
sobreactuado (44):¿qué es un error? una tarde en que se me pasó el punto de
caramelo y yo tiesa y no hay chirolas ni siquiera y en una de esas el (oh)
triste destino me deja a solas con vos y eso es todo lo que tengo en mi cabeza
ardiendo como estampida de poetas.
Para Mirta Rosenberg, aceptar la propia tendencia a la
divagación como una virtud
(o al menos como una opción estética) es difícil y despierta
unas contradicciones de
las que se burla la voz de Pasajes
(1984): «Todo el tiempo me he ido por las
ramas / y
nadie piensa (yo tampoco) que ahí / tenía que estar» (2006: 50).
El siguiente libro de
Rosenberg, Madam
(1988), es un artefacto humorístico en su
totalidad. La presentación del personaje central, por ejemplo, parodia el
augurio de nacimiento: «En el momento de nacer, poco más tarde, / no hubo
sentidos revelados. Lo auspicioso / de ese día fue una luz de neón, perecedera,
/ incandescente, enrarecida» (2006: 62). Más adelante, Rosenberg ironiza sobre
el tedio al que se abandona su personaje, magnificando hasta el ridículo su mal
destino, y parodiando de camino “El cuervo” de Poe y la poesía de Fin de Siglo
(o más bien el cultivo anacrónico y afectado de sus maneras):
«Quiero a ese pájaro de mal agüero, el que amenaza Mad am I /
con énfasis vital
y tanto élan... Madam, ¡ay!, / perdamos tiempo si todo está
perdido, hablemos / trivialmente del paso, del abismo» (62).
En el siguiente poema del mismo libro, la voz de la madre
persiste en el interior de
Madam, entablando una conversación socialmente pertinente, que
cuadra bien con esa «ocasión tan íntima en que en una / se han juntado dos en
sumo grado separadas / por la vida» (63). Los modales antiguos de Madam y su
formalidad casi siempre fuera de lugar la convierten en un personaje ridículo,
que se vuelve tragicómico cuando empieza a atisbar su encierro, sus renuncias,
sus pérdidas: «Soledad, languidez, y la sorda tumescencia / que, en verdad,
anhela la preñez como distante / evanescencia, tras el tedio y lo cambiante»
(66). Un léxico anacrónico acentúa lo desfasado del personaje; los juegos de
palabras y las rimas internas dan un giro humorístico a sus arrebatos trascendentales.
En Carne de tesoro (1990), Liliana Lukin incluye un poema titulado “Correspondencias”,
que es una parodia angustiada del texto homónimo de Baudelaire. En el poema de
Lukin, quien escribe deja marcas en el bosque, pero estas no pueden ser percibidas
por un «destinatario» que está «sordo» y «ciego» (¿muerto?). Nada se corresponde
con nada porque no hay nadie que pueda establecer correspondencias. La voz
poética acaba perdiendo el rumbo, olvidando el «a quién ni para qué». El bosque
es reproducido en una «maqueta terrestre», aunque la correspondencia, de nuevo,
no resulta plena: las frutas del nuevo jardín ficticio están podridas. La
pérdida de la memoria y el destinatario han perturbado el proceso de escritura
y la armonía cósmica del poema de Baudelaire. El espacio del bosque que traza
Lukin es también el del cuento de Caperucita
Roja, convertido ahora en una ficción perversa e infinita («así seguía»)
donde la niña que recogía fresas se ha transformado en un cuerpo que «transcurre»
(49).
La parodia se cruza en el libro descomposición [sic]
(1986) con el patetismo y la
tragedia, alejándose de la tradición clásica del humor, pero
mantiene su función corrosiva.
En ese mismo libro y en forma de cita, un solo verso se ubica
entre poema y
poema: «Lo protegido es una parodia de salvación» (51)10. Este
sarcasmo de Lukin es
aplicable tanto al ejército que asegura proteger a la ciudadanía
de la violencia con un
golpe militar, como al sistema patriarcal, dentro del cual la
violencia que ciertos hombres ejercen contra las mujeres las hace dependientes
de la protección (y control) de los demás. Aquello que necesita ser protegido
no puede salvarse.
En Eroica (1988), Diana Bellessi se apropia de la tradición lírica amorosa
en dos
direcciones: o bien para revisarla desde una perspectiva
homoerótica, o bien para
alterar el lugar que ocupa la mujer dentro de una obra o una
tradición. Los intertextos
básicos –tal como los entendía Bajtín, no Kristeva– son el Génesis,
el Cantar de los
cantares,
las cantigas de amigo, la poesía cortesana y la mística renacentista (sobre
todo San Juan), con alguna cita exenta a la mitología griega
(Dédalo) y a la Eneida
(Dido y Eneas). Este poemario de Bellessi dialoga además de una
manera muy particular con la poesía amorosa burguesa, discutiendo el lugar que
ocupan el tú y el yo dentro de ella. A veces invoca al tú silencioso de la
amada: «Cántame / amada mía»
(104), «amiga mía, / responde aquí» (116). A veces se cambia los
papeles con ella:
«Gesto / de mutua apropiación // instante / donde no se sabe /
los límites del tú, del
yo» (115).
En otras muchas ocasiones, los poemas de Eroica profundizan
simplemente en la
lógica de la lírica amorosa hasta descubrir sus grietas: la dama
del amor cortés es un
fantasma y el trovador un testigo perpetuo que se condena a sí
mismo a no tocar, porque privó de cuerpo a la amada y porque las palabras no
tocan. Los siguientes versos del poema “Cuando digo la palabra...” hablan
explícitamente de ello: «No quiero /tocar un fantasma / ni quiero / la fantasía
cortés / del trovador a su dama / Es a vos, mi amada // áspero cuerpo de la
amiga a quien deseo» (115). El poema puede leerse, en cierto sentido, como una
apropiación de un conocido monólogo de la obra Romeo y Julieta de
Shakespeare (Acto II, Esc. 1):
JULIETA. Mi
único enemigo es tu nombre. Tú eres tú, aunque seas un Montesco.
¿Qué es «Montesco»? Ni mano, ni pie, ni brazo, ni cara, ni parte
del cuerpo. ¡Ah, ponte otro nombre! ¿Qué tiene un nombre? Lo que llamamos rosa
sería tan fragante con cualquier otro nombre. Si Romeo no se llamase Romeo,
conservaría su propia perfección sin ese nombre. Romeo, quítate el nombre y, a
cambio de él, que es parte de ti, ¡tómame entera!11
En su poema, Bellessi recupera el tema de la ruptura entre el
espíritu y la materia
(las palabras y las cosas) dentro del discurso amoroso, pero ya
no lo celebra. Si para
el animismo renacentista esa disociación era la condición de
existencia del alma del
individuo, para el discurso amoroso contemporáneo es el origen
de una alienación: la
de la postergación del cuerpo como realidad inferior o accesoria
del espíritu, como su
vehículo: «Cuando digo la palabra / nuca / ¿te chupo suavemente
/ hasta hundir / el
diente aquí? / ¿Estoy tocándote acaso? (...) Es la mano nombrada
/ no el nombre /
quien desea aprisionar tus nalgas» (114-5).
En este punto, puede resultar interesante comentar el intertexto de dos poetas, Colombo y Villalba, con la celebérrima frase «I love you Marilyn», extraída de unaanécdota de 1956 que recientemente ha vuelto a relatar Colin Clark en el autobiográfico My Week with Marilyn (2000). El diálogo que nos atañe tiene lugar tras preguntarle Monroe al propio Clark si la ama, a lo que él responde –según su propio testimonio–: «Yes, I love you, Marilyn, but I love you like I love the wind, or the waves, or the sun coming out from the clouds» [«Sí, te amo, Marilyn, pero te amo como amo al viento, o a las olas, o al sol saliendo de entre las nubes»]. Y ella contesta: «I want to be hugged. I want to feel strong arms around me. I want to be loved like an ordinary girl in an ordinary bed» [«Quiero que me abracen. Quiero sentir unos brazos fuertes a mi alrededor. Quiero ser amada como una chica ordinaria en una cama ordinaria»].
Marilyn es, en
Susy.
Secretos del corazón (1989) y en el Blues del amasijo (1985),
el fantasma
femenino que aplasta a la mujer real, la proyección opresora de las fanta
sías
masculinas. En
“Gardel y yo” de Colombo, los estereotipos del tango se apoderan
de Gardel, que «gentil con esas / faltas /
de imaginación dijo / en cámara / ‘I love youmarilín’ [sic]». A lo que responde la voz
femenina del poema: «pasaba / que por aquellostiempos / mi nombre era maría / maría
solamente» (18).
Las implicaciones siniestras del disfraz y la farsa impregnan la
parodia del poema
“La luna, el cielo y tú” de Villalba, donde escuchamos las
palabras que dedica a la
estrella de Hollywood un Pigmalión displicente que se despide de
ella: «olvida el
argumento cumplido el carnaval levántate y anda hacia cámara I
love you marilyn
descansa» (1989: 18)12. Muy al contrario que Cenicienta, que
huyó antes de la medianoche aún disfrazada, aquí solo se salva quien descubre
su máscara antes de que acabe la peor de las fiestas.
1 El
término “Proceso de Reorganización Militar” fue una denominación eufemística
utilizada
por el
último régimen militar argentino para referirse a los mecanismos dictatoriales
y la guerra
sucia
puesta en marcha entre 1976 y 1983. Posteriormente, los intelectuales de izquierdas
se
apropiaron
del término dotándolo de un nuevo matiz irónico. En adelante, lo utilizaremos
remitiendo
a esta
segunda acepción.
2 Daniel
Freidemberg da la cifra de doscientos libros de poesía publicados en Argentina
cada
año (1993:
139). La afirmación está hecha en presente, pero no especifica el periodo
cronológico
al que se
aplica la cifra. Mantendremos por ello y de forma provisional la cifra más
concreta de
Zanetti.
3 Sobre
el tema, puede consultarse el ensayo La
doble voz (1998) de Alicia Genovese, estudio
pionero
sobre esta generación de poetas.
4 Me
refiero a la conferencia “La parodia. El viaje imaginario” (1994), que se
complementa
con un
magnífico ensayo posterior de Beltrán, titulado La imaginación literaria. La seriedad y la
risa en la literatura occidental (2002).
Erika
Martínez Cabrera El doble destronado: la parodia
en las poetas argentina de los...
Anales de Literatura Hispanoamericana
2009, vol.
38 29-41
5 Ver
Curso de literatura dramática (Vorlesungen über dramatische Kunst und Literatur),
parcialmente
recogido en La teoría del drama en Alemania
(1730-1850) de Rohland de Langbehn
et al. (2004).
6 La
película que renovó el interés por este género greco-romano fue Gladiator (2000) de
Ridley Scott,
estrenada un año y medio después del bombardeo de Bagdad. Sea o no sea una
coincidencia,
los atentados del 11-S, el recrudecimiento y la prolongación de la guerra han
ido
acompañados
de un auge inusitado del género. No puede dejar de señalarse, además, que el
péplum había arrasado previamente durante los años 60, en plena Guerra de
Vietnam. De hecho, se
considera
como primer péplum moderno a Héctor (1958)
de Pietro Francisci, película estrenada
el mismo
año en que estalló la guerra. Como parte de la versión actual del fenómeno,
pueden
citarse
otros dos géneros épicos explotados hasta saciedad durante los últimos ocho
años: el cine
bélico-fantástico
(véase El señor de los anillos,
secuelas y sucedáneos) y la ciencia ficción bélica
(nuevos
episodios de La guerra de las galaxias,
etc.).
7 Véase
por ejemplo la heteroglosia, el pluriestilismo, la retórica del exceso y las
series temáticas
de la risa,
el disfraz, las máscaras o la fiesta.
8 Las
obras aludidas pueden verse en la página oficial de Richard Prince, que ofrece
una amplia
muestra de
su trabajo: http://www.richardprinceart.com/.
9 Sus constantes mutaciones producen un
efecto semejante a las que suceden en El público de
Federico García Lorca. Hablando sobre esa
obra escribe Juan Carlos Rodríguez: «Todo es intercambiable, todo es Forma
aparencial y nada Forma sustancial» (1994: 91). «El inconsciente de la
anormalidad se despliega en la normalidad
de cualquier elemento que vive (...): y sobre todo de
cualquier elemento que lucha por vivir,
desde el homosexual al proletario, desde el poeta a la
mujer» (53).
10 descomposición fue
publicado en 1986 por Ediciones de La Flor, aunque sus poemas están
explícitamente
datados entre 1980 y 1982. Carece de paginación, pero nos hemos tomado la
licencia de
paginarlo desde la portada (1) para facilitar la citación de sus poemas.
11 Por
debajo de esta apasionada declaración de amor, la Julieta de Shakespeare expone
en su
monólogo la
ruptura de la relación esencial entre las palabras y las cosas, fundamental
para el
feudalismo
y puesta en duda por la nueva ideología burguesa que se afianzaba a finales del
siglo
XVI. El
sujeto burgués lo es por sí mismo y no por su filiación familiar: «Tú eres tú,
aunque seas
un
Montesco». Desde un horizonte que solo puede ser burgués, Julieta le pide a
Romeo que
renuncie
por amor a su filiación («quítate el nombre»), petición que solo es posible
desde una
ideología
amorosa en la que la dama se identifica con «el alma individual». Romeo no es
Romeo
por su
nombre sino por su amor. Otra cuestión es qué lugar deja a la dama este
discurso amoroso
en el que
el hombre (poeta y «alma bella») regresa a sí mismo a través de ella,
utilizándola como
espejo.
12 También
María Negroni deja sentir el fuerte influjo de este mito pop de los sesenta en
su
poemario per/canta (1989), donde
incluye un poema titulado “Poderes mágicos”, en el que una
adolescente
juega a ser Marilyn Monroe, se pasa el día desnuda en el baño y se muere de la
ansiedad
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