lunes, 15 de octubre de 2018

Bibliografía sobre María del Carmen Colombo: ÉRICA MARTÍNEZ




Un Fragmento:

"
El yo clandestino de La muda encarnación*, de María del Carmen Colombo

Autora: Erika Martínez Cabrera**

La muda encarnación (1993) comienza con una cita de Nietzche de la que Colombo se apropia 
invirtiendo su dirección ideológica: “La mujer sigue siendo gata o pájaro. O, en el mejor caso, 
vaca”. A la animalización, que impregnaba de visceralidad a los personajes arrabaleros del 
Blues del amasijo (1985), se le viene a sumar ahora una personificación de las bestias 
simbólicas de la Patria Grande: la vaca y el caballo (312). La oralidad coloquial viene a mezclarse 
fluidamente con un culturalismo paisajístico que lee el campo argentino a través de los ojos pictóricos
de El Bosco o Bruegel, y se aleja así del populismo. Del arrabal a la pampa, Colombo trabaja 
incansable sobre un imaginario folclórico herido de muerte. Una “pobre mortal montura” enamora al 
“eterno caballo” del poema IV; los poemas VI y VII cuentan la “Caída” y la “Muerte de la vaca 
ancestral”. Las voces de Colombo funcionan como un mecanismo corruptor de símbolos 
nacionales: Una orquesta de almas/ desafinadas voces/ en mi oído absoluto” (pp. 41-42). 
El poemario narra la agonía de lo infinito, de la eternidad de la pampa, retratada en todo lo que hay 
en ella de contingente: aperos, animales, detalles del paisaje. Como contraposición a la pampa 
aparece el gallinero, signo de una culpa, de una podredumbre de los cuerpos en la que aún resuenan 
los ecos de la dictadura. Dios está enfermo, como el día que nació César Vallejo, y se multiplican 
las zanjas, los huecos, las fisuras, los agujeros (313). El no-ser atraviesa todo el libro: la vaca 
y la gallina existen en negativo, condenadas a una “condición de alverre” (sic), son “las que no” frente 
al perpetuo “soy el que” del gallo, de lo masculino (314).
De forma más explícita que en el Blues del amasijo, la multitud de personajes, registros y voces que 
atraviesan La muda encarnación son máscara de un vacío, de una pérdida del cuerpo y de la palabra, 
como apunta ya el libro desde su título (315). El disfraz que persiste en la poesía de la década anterior revela ahora con más claridad su naturaleza: se convierte en sudario. Como indica una cita bíblica (316), “el vacío de su yo”, “las 
entrañas huecas” (pág.50) de la madre proceden de la inexistencia (¿desaparición?) del hijo (página 51), 
(317):

oh figlia del tuo figlio

ese sudario
envuelve
el vacío de todos tus huevos.

En el último poema, titulado como el texto vallejiano “Espergesia”, se abre paso sin embargo la 
esperanza: ante un dios ausente, la salvación llega a través de la representación. En escena, 
bajo los
 reflectores, el vacío se vuelve eficaz. No hay más certidumbre que esa.

quiero el agua
del paraíso, dice, alba
blanca, pura luz mirando el
reflector dice llena
luna sin culpas
el balde de mi alma
hasta el colmo
como quien toma del gollete
celestial actriz finge
la gota terrenal cuando
enjuga con la punta
del manto una sed de rocío: ella
cree en la eficacia
del vacío y representa
la escena pensada por dios
para salvarnos (318)

Del final de La muda encarnación nace el siguiente libro de Colombo, La familia china (1999), 
donde los personajes pasan de alternar sus registros y voces poéticas a cobrar la personalidad y 
presencia de caracteres teatrales (319). Estructurado en una serie de estampas en prosa poética,
este último libro dinamita en su baile intergenérico al yo confesional de la lírica.
En El hacedor (1960) de Borges, Shakespeare se dirige a Dios para decirle: “Yo, que tantos hombres he 
sido en vano, quiero ser uno y yo (pág. 1989,182). Para Colombo, el único ser en vano es el ser 
único. De ahí que refuerce la multiplicidad del yo en el poema, que lo disfrace siempre de nuevo.
* Fragmento extractado de Carnaval negro: Veinte poetas argentinas de los años 80, 
(págs. 493 a 496), texto correspondiente a la tesis doctoral de la docente e investigadora española
 Erika Martínez Cabrera (dirigida por el doctor Älvaro Salvador Jofré), de la Universidad de Granada,
Facultad de Filosofía y Letras del Depto de Literatura Española.
** Erika Martínez Cabrera es docente e investigadora de la Universidad de Granada. Entre sus 
diversos trabajos se encuentran: “La narrativa breve de Silvina Ocampo”, “Dos ventanas, una 
luz: la prosa de Sor Juana y Santa Teresa de Jesús; “El ser invisible. Poesía argentina de los años 80, 
escrita por mujeres”.-------------------------------------------------------------------------------------------------
(312) El diálogo con Oliverio Girando es en este punto claro. Casi podríamos leer el siguiente 
extracto de Espantapájaros (1932) como un intertexto cómico de la cita de Nietzche: “¿Verdad que no
hay diferencia sustancial entre vivir con una vaca o con una mujer que tenga las nalgas a setenta y 
ocho centímetros del suelo?” (1986, pp. 66,67). Lejos del humorismo de Girando, la personificación 
de Colombo tiene una vocación dramática que nos hace pensar en otro gran maestro de la locución 
animal, Horacio Quiroga, que
 con frecuencia dotaba a sus bestias de un halo trágico muy lejano al tono de la fábula tradicional.
(313)Vallejo escribió en “Espergesia”, el famoso poema de Los heraldos negros (1918) con el que 
dialoga Colombo: “Hay un vacío/ en mi aire metafísico/ que nadie ha de palpar” (1985, 49). El origen
 incierto del vocablo “espergesia” (relacionable quizás con el latín expergiscor, “volver en sí,
 despertar”), apunta más bien a un neologismo del infinito idiolecto vallejiano.
(314)Resuena en estas fórmulas un episodio de La Biblia: al arder la zarza frente a Moisés, se escuchó 
una voz que decía “yo soy el que soy” (Éxodo 3:1-417. Estas palabras fueron sagazmente alteradas por 
Cervantes quien, frente a un labrador, hace proferir a su maltrecho Quijote un “yo sé quién soy” (parte 
I; Cap. V). Shakespeare parece glosarlas igualmente en Hamlet, cuyo protagonista afirma: “I am myself”
 (“yo soy yo mismo”), acto 3, escena I, y en Otelo, donde Yago afirmaba: “I am not what I am”(“yo no soy 
lo que soy”), acto 1, escena I).
315 Para el cristianismo, la encarnación es el misterio y el dogma de la palabra hecha carne. Visto a la 
luz de esta definición, el título de Colombo se torna en contrasentido. Algo que deja de ocurrir si 
atendemos a los efectos del trauma de la dictadura en la producción cultural argentina de los años 80.
Las consecuencias poéticas de la imposibilidad de ver y su derivación en una imposibilidad de hablar
 han sido estudiadas en varios artículos por Jorge Monteleone (ver bibliografía).
316 Las referencias bíblicas atraviesan todo el libro –de nuevo desde el título—con una presencia
 que alterna lo amenazante y lo cómico: “tú (eres) la que no/ ahora y en la hora” o “polvo eres” 
(pág. 53); pecadores y justos/ en un libro de calles/ dispersas” (pág.35); “ora pro nobis” (pág.37);
 “creo en/ la Ponedora/ purísima del casto/ huevo celestial” (pág.47). De hecho en la segunda parte 
del poemario pueden seguirse las huellas argumentales del “misterio de la encarnación”:  la
 presencia de la virgen (pág.33), la anunciación (pág. 37), el propio misterio: “un hechizo/ no
 puede despertar// a las hondas de montaña/ ave luz ave dios/ por qué serás tan/ alto en el vientre…”
 (pág.32).
317 Muchos años después pero en clara sintonía con Colombo, Diana Bellessi escribirá: “Nacen 
esas madres/ de esos hijos y después/ se quieren ir” (2005). Las madres reiben de sus hijos la 
“Herencia” (así se titula el poema) de la rebelión. Este nacer de los hijos se lo debe todo, sin duda,
a las Madres de Plaza de Mayo, que 
hicieron un eslogan de esta nueva forma de materinidad.
318 Colombo, 1993, pág. 59.
319 Como prueba del carácter anfibio del poemario, hay que decir que varios de sus fragmentos 
fueron adaptados al teatro y representados en los años 1999-2000 en los Festivales de Teatro 
del Centro Cultural Ricardo Rojas de Buenos Aires.

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