jueves, 19 de junio de 2014

Viernes Santo



I

Yo no digo que vengas.


Digo que me lleves por un lado del corazón
         adonde tu jardín murmura la bruma tabacal
del otoño


Abril es hoy y toso en el viejo vestido amatorio
          de las estaciones
como una hembra en desuso. Y caigo a veces
porque me pesa en sangre  lo que deseo


Por eso dejo mi nombre en esta carta
para que me rescates de los sueños perdidos.



II

Echa las velas
            púrpuras sobre el lazo de seda

Alguien duerme
cuando el otoño es una mejilla húmeda y el
            viento tu canción

La muerte siempre amanece en el primer lugar

Detrás del miedo el mundo es sangre seca, la
            edad en ruinas
mi perdida estación


III


En qué rueca la voz arma su tejido para que la
          expulsada sea una llama de leche
una novia vacía con los ojos de arena saliendo
          de su llave

En qué mundo los dijes empiezan a sonar
En qué lugar la arcilla se transforma en espacio
          donde el grito ha dejado su plumaje de cóndor

En qué jardín entierro los silencios, en qué
         cielo levanto las palabras
Desde dónde te llamo.


IV


Las aguas cubren nuestra tierra con
un rostro de arena

sólo horada este cielo derramado en las sombras
                              una pequeña nave

como piedra lanzada yo me morí
en la aldea de tu mano





 V

Donde el silencio llega como lengua de piedra
                              caídas precipicios guardo
la soga que ha colgado a mi corazón
en medio de la calle

Desnudo este pañuelo cubriendo mi ceguera
                          así lo guardo
Y a despecho del dolor el viento eriza
                     la palabra perdida       la palabra gastada
la palabra


*Del primer libro editado La edad necesaria /Ed. Buenos Aires Sur, 1978.

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